sábado, 20 de octubre de 2012

Microrrelato 156 - Novela negra



Al final del tercer día John se animó a coger aquel libro. Llevaba media semana hundido entre las sábanas, buscando las ganas de vivir bajo la almohada. Cuando abandonó la búsqueda el libro lo miró desde la estantería, y le guiñó un ojo. "El sueño eterno", decía en la portada. No era precisamente lo que estaba buscando, pero era justo lo que deseaba. Aquel título le llamó la atención; le mordió la curiosidad y ya sólo pudo liberarse abriendo las fauces del libro. No sabía que en aquella vieja obra de Chandler sólo encontraría la misma sociedad suciedad de la que estaba huyendo.



viernes, 12 de octubre de 2012

Microrrelato 155 - La extraña pareja


Rubén es tan curioso y tan despistado que no puede evitar preguntarse dónde ha dejado olvidada la empatía, o si alguna vez la tuvo. 

"Todo va a salir bien", miente. 

Junto a él, Inés llora en silencio; el llanto mudo de quien ha agotado todas las palabras y usa el comodín de la mirada. Pero al otro lado nadie contesta. Y es que Rubén está jugando a ser curioso con las lágrimas. ¿De qué están compuestas? ¿Por qué ruedan así? ¿Qué mecanismo las controla? 

Inés también se pregunta sobre el llanto. ¿Por qué lo provoca quien se supone que ha de hacerla sonreír? Busca una respuesta. Está justo delante de sus narices, pero no la encuentra. No quiere encontrarla. 

Rubén sí la conoce. No es más valiente, pero su forma de pensar le llevó enseguida hasta ella. Y le da igual. A él sólo le interesa la belleza de las lágrimas; la de Inés, que es preciosa —más aún, si cabe— cuando llora. Y allí sigue, sentado junto a ella en el banco del parque, tan curioso y tan despistado que no puede evitar preguntarse dónde ha dejado olvidados sus sentimientos. O si alguna vez los tuvo.




domingo, 7 de octubre de 2012

Microrrelato 154


Ebrio de lujuria la besó, empotrándola contra la pared, tal vez sin darse cuenta de que el colchón del faquir estaba apoyado en vertical, justo detrás.




sábado, 6 de octubre de 2012

Microrrelato 153 - Cuando los monstruos son de verdad


A Jack le gustaba morderles el cuello y beberse su sangre; salía cada noche en busca de una presa y siempre regresaba antes del amanecer, con su sed saciada y la ropa cubierta de salpicaduras. 

Lo más espeluznante de todo aquello es que, al contrario que en la novela fantástica, Jack no era un vampiro.





sábado, 15 de septiembre de 2012

Microrrelato 152 - Indiferencia



Y allí estaba, con la boca abierta y la mirada perdida mientras el forense abría las bolsas y dejaba al descubierto los cadáveres de su familia; ciertamente sorprendido. No por lo impactante o inesperado de la noticia, sino porque, en aquel mismo instante, descubrió que no le importaba.




viernes, 14 de septiembre de 2012

Microrrelato 151


Miraba la puerta. Cada noche llegaba a casa exhausto, llenaba medio vaso de güisqui, y esperaba. Esperaba mientras miraba la puerta. Su parte creativa se había marchado semanas atrás, y tal vez ya nunca regresaría.




sábado, 25 de agosto de 2012

Microrrelato 150 - Sueño eterno



El guerrero dejó caer su espada y se recostó contra una roca, sujetándose una fea herida en el costado con ambas manos. Apenas podía mantener los ojos abiertos tras el combate. Estaba tan casado que pensó que podría dormir durante toda la eternidad. Y eso hizo.




viernes, 10 de agosto de 2012

MICRORRELATO 149 - CUANDO NACES PARA ESTAR SOLO


Siempre supe que estaba destinado a una vida miserable. Ya me lo advertías a veces, cuando me encontrabas alguna madrugada sentado en el jardín, hablándole a las estrellas. Moreno, la gente como tú nunca es feliz, me decías, y aderezabas tus palabras con la mirada más triste de tu repertorio. Y claro, así cómo iba a ser feliz.

Yo me daba cuenta cada noche que pasaba en vela, perdido en camas ajenas, incapaz de dormir con alguien a mi lado. Cuando nunca, ni en la sala más abarrotada, ni sobre los hombros de hermanos de borrachera, ni bajo la amante más dedicada, dejaba de estar solo. También en el entierro de mis padres, mientras una horda de desconocidos se turnaba para hacerme compañía y consolarme, rescatando para la ocasión un puñado de frases hechas. No sabían que yo lloraba porque me sentía un extraño. Y, por supuesto, me di cuenta aquella vez que te llevé flores y tu marido me abrió la puerta. Llegaba doce años tarde.

Pero nunca fui más desdichado, ni más consciente, que aquella noche en la que abandonaste el abrazo de las sábanas para buscar el mío y me sorprendiste mirando la lluvia por la ventana. Aquella noche me abrazaste por la espalda y a traición me apuñalaste en un susurro: "¿Recuerdas cuando éramos felices?".

Y no.

No me acordaba.




martes, 7 de agosto de 2012

MICRORRELATO 148 - LA PRINCESA


En el día de su cumpleaños hicieron llamar al mejor músico del reino para que tocase su mejor pieza ante la princesa. La melodía era tan maravillosa y el instrumentista tan virtuoso que la música conmovió a la joven, y las lágrimas inundaron sus ojos hasta desbordarse con un parpadeo. El músico palideció al instante. Porque hasta en el rincón más recóndito del reino se había oído hablar de la agónica muerte que aguardaba a todo aquel que hiciese llorar a la princesa.




domingo, 5 de agosto de 2012

MICRORRELATO 147 - ÉTRANGE VOYEUR


El veraneante se sentó bajo la sombrilla a ver pasar muchachas en bikini. La primera vez que una mujer atractiva cruzó por delante de su sombrilla aprovechó para echarle un ojo con disimulo. La segunda vez se quedó ciego.




MICRORRELATO 146


De un modo u otro las mujeres siempre lo abandonaban. "De otro, esta vez será de otro", susurró mientras la estrangulaba.




INCURSIÓN POÉTICA 2 - GRIETAS


Un baile de miradas; 
de palabras no pronunciadas. 
Una grieta los separa, y él la añora. 
Pero ella suspira aliviada.




viernes, 20 de julio de 2012

Microrrelato 145 - La ira del muñeco de nieve



El muñeco de nieve había jurado matarlos a todos. La última noche de invierno se arrojó ladera abajo; su rabia fue creciendo hasta convertirse en ira asesina, y la muerte rodó sobre el valle. Los demás muñecos allá abajo fueron masacrados; decenas de cadáveres esparcidos sin orden, concierto, ni forma. Por la mañana, el sol de la primavera borró las huellas.




martes, 17 de julio de 2012

Microrrelato 144 - Sobre la dificultad de encontrar un nombre adecuado para los personajes

El perro no tenía nombre. 

Por cómo hurgaba en los restos de basura que rodeaban el viejo contenedor, en busca de algo que poder masticar, podría haberse llamado Sobras. De vez en cuando se rascaba con ahínco tras la oreja y parecía convencido de que arrancarse aquel molesto apéndice era la única manera de librarse de la comezón que lo atormentaba; así que también podría haberse llamado Pulgoso. Pero lo cierto es que no tenía nombre. 

El vigía sí tenía un nombre, aunque lo guardaba para sí. 

Llevaba un rato observando al perro, y algo menos tratando de buscarle un nombre adecuado. No era muy bueno con eso. A lo que hacía allí lo llamaba "La Guardia", y en cuanto a la estructura herrumbrosa desde la que oteaba el horizonte, solía referirse a ella como "La Torre". Así que estuvo pensando en cómo llamarlo mientras el can le ladraba al viento, y siguió pensando algo después, cuando el perro encontró un viejo cojín y se concentró en mordisquearlo a conciencia. No dejó de pensar en ello ni siquiera mientras el chucho corría tras una rata, ni cuando ésta desapareció entre los escombros y él se tumbó en el suelo con aire abatido. Pero nada. 

Consideró la posibilidad de pedir ayuda, pero estaba solo. A esas alturas no quedaba mucha gente con vida que pudiese ayudarle en la tarea; pese a las ocho horas al día que dedicaba a La Guardia, el vigía llevaba semanas sin ver otro ser humano. 

Al final de la tarde, al caer el sol, el chucho se hartó de husmear por allí y se largó. Desde lo alto de La Torre el vigía vio en silencio cómo se marchaba tras su propia sombra alargada. Pensó en llamarlo, pero no pudo, porque aquel perro no tenía nombre.




Microrrelato 143 - El aprendiz


Sonreí cuando le vi llegar. No lo hice porque me alegrara de verle, sino porque me había encontrado; empezaba a comprender la sutil magia que mueve las cosas. De algún modo había sabido que yo estaría allí, como yo sabía que él me encontraría. “Estás aprendiendo”, observé, y la sonrisa que me devolvió desbarató la mía mientras un escalofrío me recorría la espalda. Había poder en aquel gesto; no era la sonrisa de un aprendiz, sino la de alguien que sabe demasiado.




lunes, 16 de julio de 2012

Microrrelato 142



Llevaba tiempo planteándose visitar al psicólogo y aquella noche decidió consultarlo con la almohada. Conversaron toda la noche y, cuando ya amanecía, ella le dijo que no, que no fuera. Tenía miedo de volver a quedarse sola.




sábado, 7 de julio de 2012

Microrrelato 141 - La muy puta


La musa lo pinchó con el dedo hasta que se despertó en mitad de la noche.
¿Qué diablos quieres a estas horas?
Quiero que te levantes y te sientes a escribir.
El escritor, fastidiado, trató de ignorar sus caprichos; le dio la espalda a su musa y escondió la cabeza bajo la almohada.
¡Déjame! suplicó, aún sin abrir los ojos. Ahora no me apetece. Quiero dormir.
Eso puede arreglarse dijo ella, esbozando una sonrisa traviesa.
Y entonces, le robó el sueño.





viernes, 29 de junio de 2012

Microrrelato 140 - Humor Negro



En medio del caos que asolaba el hospital, el viejo psiquiatra estalló en carcajadas. 

Frente a él, un joven parapléjico se aferraba a su silla con una mano mientras que, con la otra, apuñalaba frenéticamente la espalda de uno de los cadáveres. Éste, sin prestar la más mínima atención al bisturí que hendía su carne putrefacta, se afanaba en masticar las piernas de su agresor. Sangre viva y sangre muerta tapizaban el pasillo, pero, a pesar de las terribles heridas, ninguno de ellos sentía el dolor.

Fue esa grotesca ironía la que le arrebató la cordura.




jueves, 28 de junio de 2012

Microrrelato 139 - Epidemia


A Julián lo consideraban el mejor cirujano del hospital; operaba con la misma pasión y precisión con la que tocaba el piano.

El día que estalló la epidemia Julián se encerró en su despacho. Estaba muy cansado después de operar a un paciente difícil que había llegado grave poco antes, con varios mordiscos en brazos y piernas. Aun así, se sentó al piano y comenzó a tocar. 

Fuera todos corrían, gritaban, y morían en los pasillos. Si alguno de ellos hubiese escuchado la melodía que tocaba el cirujano, sin duda habría irrumpido en aquel despacho exigiendo explicaciones; exigiendo conocer el nombre de tan nefasto pianista. Y se hubiese tragado la pregunta al ver la sangre resbalar sobre las teclas. Rápidamente habría quedado desplazada; sustituida por una duda mucho más acuciante: dónde estaban sus manos.





miércoles, 27 de junio de 2012

Microrrelato 138 - En las primeras horas



A Pablo no le gustaba meterse en la vida de los demás. No estaba al tanto de los chismes sobre ningún famoso, evitaba dar consejos a nadie, y jamás leía por encima del hombro cuando viajaba con alguien que llevaba un libro en el metro. Nunca le preguntó a su vecina por ninguno de los hombres —mucho mayores que ella— que entraban y salían de su apartamento a diario, ni de dónde había sacado el dinero para comprar ese collar de diamantes tan ostentoso del que presumía ante cualquiera que se cruzara con ella. A Pablo sólo le importaba lo suyo.

Por eso aquella noche cuando tropezó con uno de ellos no hizo nada. 

Se lo encontró en el suelo, masticando los restos de un pobre tipo que aún gritaba y chapoteaba sobre un enorme charco de sangre. Podría haber gritado pidiendo ayuda, o haber llamado a la policía, pero no lo hizo. 

Aquello tampoco era asunto suyo.




martes, 26 de junio de 2012

Microrrelato 137 - Los primeros en caer



Sofía miró con aversión el cadáver y trató de recordar las palabras de su amigo: "Sólo es un trabajo. Están muertos. Y éstos no son como los de las películas; no se levantan, ni se comen a la gente. No pueden hacerte nada". Se esforzó por recordar aquello mientras aplicaba la base de maquillaje sobre la piel inerte y fría. Casi había dominado por completo sus nervios cuando el muerto abrió los ojos.





Microrrelato 136


Le preguntaron si era mudo, pero no respondió; jamás el silencio le había parecido tan elocuente.




martes, 22 de mayo de 2012

viernes, 18 de mayo de 2012

Microrrelato 134



Cuando te amo, me gusta observar cómo te derrites; cómo se evapora tu mirada mientras te deshaces en mis labios y se ahogan tus gemidos en la profundidad del deseo. 

Cuando te odio, me gusta observar cómo te derrites; cómo la piel lacerada resbala sobre tus huesos y escapan tus alaridos del crepitar de las llamas. 







jueves, 17 de mayo de 2012

miércoles, 2 de mayo de 2012

Microrrelato 132


Tan pronto como el vaso estuvo vacío el aire circundante se precipitó en su interior hasta desbordarlo y derramarse por toda la mesa. “¿Lo ves? ¡Siempre está lleno!”, comentó su compañero de piso mientras lo señalaba, fascinado. Sin embargo Juan sólo veía un vaso vacío, y un loco inestable que pronto acabaría matándolos a todos o encerrado en cualquier manicomio.




Microrrelato 131 - Llámalo obsesión



Cada noche sueño que te hago volar; que mis labios, al besar, te hacen perder el equilibrio; que el contacto de mis brazos eleva tus pies del suelo. Y a mí me gusta observarte mientras caes por la ventana.





lunes, 16 de abril de 2012

Microrrelato 130


Era lo primero que veía cada mañana al abrir los ojos. Depositaba un beso tímido en su mejilla, con extrema delicadeza; luego un millón más en cada rincón de su cuerpo, para que ningún centímetro cuadrado de su piel tuviese envidia de otro.




miércoles, 28 de marzo de 2012

Microrrelato 129


La curiosidad vació el cargador entero sobre el gato metomentodo; una bala por cada una de sus siete vidas.






domingo, 25 de marzo de 2012

Los motivos de Leroy



Johnny cogió su fusil y realizó dos disparos. No hubo tiempo para más: la horda de cadáveres putrefactos se abalanzó sobre él, arrebatándole a mordiscos las manos que sostenían aquel arma inútil ante la superioridad del enemigo. El dolor explotó en alaridos que resonaron en las habitaciones, pero ya no quedaba nadie con vida para ayudar a Johnny; ninguno de sus compañeros. Aquella casa, al igual que el viejo mundo, pertenecía a los muertos.

Pronto cesaron los gritos, y el sonido húmedo de la carne masticada fue sustituido por el eterno gemido lastimero de los cadáveres. Ellos ansiaban la vida, y en ninguno de los cuatro cuerpos despedazados que había en la casa quedaba rastro alguno de ella.

A kilómetros de allí, un centenar de hombres, mujeres, y niños, se detuvo al oír los disparos. Todas las miradas se dirigieron hacia una única persona: un anciano de mirada dura que lideraba la marcha del grupo, ayudado por un bastón y un M4 que portaba colgado al hombro. Éste titubeó unos segundos, y su mano tembló sobre el cayado; luego negó con la cabeza y el grupo reemprendió la marcha en silencio.



–¿Quería usted verme?

Un hombre anciano levantó la mirada de los mapas que cubrían la mesa. Hacía mucho calor dentro de la tienda y el sudor empapaba la camisa del viejo, que en algún momento del pasado había sido blanca.

–Pasa, hijo –ordenó con voz cansada–. ¿Me recuerdas tu nombre?

–John, señor.

–John... –murmuró el anciano, haciendo memoria–. Johnny... Estuviste en el saqueo del centro comercial, ¿cierto?

Johnny empalideció al recordar aquello. 

El grupo de supervivientes pasaba cerca de una gran ciudad. Leroy, el anciano que lideraba el grupo, había decidido enviar unos cuantos hombres para buscar suministros. El objetivo era el centro comercial. Todo se complicó en extremo cuando alguien perdió los nervios y empezó a disparar. Los muertos de la ciudad acudieron en un instante, alertados por el ruido. Johnny había sido el único superviviente.

El carraspeo forzado del anciano le devolvió a la realidad.

–Sí, señor. Fui el único que pudo volver.

El viejo Leroy asintió con la cabeza. Imaginaba el infierno que había tenido que pasar para poder regresar con vida. Invitó a John a acercarse a la mesa y le mostró los mapas.

–Según estos planos estamos cerca de una pequeña población. Se desvía de nuestra ruta unos cuatro kilómetros. Voy a enviarte con unos cuantos para que echéis un vistazo. Quiero que traigáis cualquier cosa de utilidad que encontréis allí, ¿entendido?

–Entendido, señor –contestó Johnny, pálido, pero sin dudar–. ¿Quién vendrá conmigo, señor?

–Charles, Frank y Jimmy. Llevaréis un fusil cada uno y munición.

Aquello no tenía sentido para Johnny. Las armas de fuego hacían demasiado ruido; atraían a los muertos desde kilómetros a la redonda. Solían utilizar armas de cuerpo a cuerpo en sus incursiones, silenciosas. Incluso envolvían su calzado en ropa para amortiguar sus pisadas. El silencio era una máxima en aquellos días. John no le dio muchas vueltas, siempre había un motivo en las acciones de Leroy. Si así lo ordenaba, así se haría. Si habían llegado tan lejos era gracias a su criterio y su buen hacer.

–Salís ahora mismo. Ve a recoger el equipo y avisa a tus compañeros. Conoces la ruta que seguiremos. Alcanzadnos cuando terminéis.

–Entendido, señor.

Johnny salió de la tienda y el viejo se sentó en la silla que presidía la mesa, cansado. Siempre había un motivo en todo lo que hacía Leroy.




El sol se ponía detrás del anciano, que alcanzaba a ver todo el campamento desde aquella colina. Descansaba sus manos sobre el bastón que lo acompañaba a todas partes. No lo necesitaba para caminar, pero le parecía apropiado para alguien de su edad; un arma silenciosa y contundente, los mejores adjetivos para sobrevivir en aquella pesadilla.

Fijó la vista en una joven pelirroja y atractiva llamada Sarah. La localizó abajo, junto a la carreta, haciendo reír a los niños; los únicos que todavía podían permitirse ese lujo. Leroy había olvidado cómo era reírse. Ya antes de todo aquello apenas lo recordaba, pero cuando los muertos empezaron a caminar y a comerse a los vivos, Leroy perdió la sonrisa para siempre. Conocer a Sarah había cambiado eso.

La vio alejarse de los niños y caminar entre las tiendas para ir en busca de un hombre. Se llamaba John. Leroy lo veía entrar cada noche en la tienda de Sarah. Lo había enviado a saquear el centro comercial con la esperanza de dejar de verlo, pero aquel joven molesto se las había apañado para regresar, magullado, empapado en sangre y vísceras, pero vivo y sin un solo mordisco.

Leroy frunció los labios mientras estrujaba el bastón.

–Quizás la próxima vez no tenga tanta suerte.






miércoles, 21 de marzo de 2012

Incursión poética 1


En la playa,
tu toalla se cubrió de arena,
tu melena se lanzó a volar;
a danzar, junto con el viento:
suave movimiento que eriza la mar.

En tu boca comencé a temblar.

En el mar, cada ola nos mira;
su envidia, ciega, al gritar:
"Por más que os dibujéis en la arena
os volveremos a borrar".

La vieja herida comenzó a sangrar.

En la espuma, tu cuerpo y el mío;
el frío, en medio: quiere arraigar.
Ya hay distancia entre nuestros labios;
sabios, no necesitan hablar.

Como nunca antes, me volví a marchar.

Y en la playa, 
tu toalla se cubrió de pena,
tu melena se hartó de soñar.
Las palabras se las llevó el viento.
Los "te quiero" se los tragó el mar.





martes, 20 de marzo de 2012

Microrrelato 128


El primer día Marta lloró porque se veía gorda, así que Julián se metió en la cama con ella y le demostró que cabía en todos sus abrazos. El segundo día Marta lloró porque se veía fea; así que Julián bajó al trastero, cogió un martillo, y rompió todos los espejos de la casa. El tercer día Marta lloró porque veía en cada mujer la belleza que jamás había sentido en ella; así que Julián fue a la cocina, cogió una cuchara, y le sacó los ojos.



En forma de Tweet



lunes, 19 de marzo de 2012

Microrrelato 127



El hombre araña tembló de miedo cuando el maleante soltó la pistola y agarró el insecticida.






domingo, 18 de marzo de 2012

Microrrelato 126


"Cariño, creo que me sobran unos cuantos kilos", dijo el hombre invisible notablemente azorado, palpándose la barriga. Su mujer rió. Jamás le había preocupado su aspecto.





jueves, 15 de marzo de 2012

Microrrelato 125


Se estremeció de placer al probar sus labios. Sabían a cereza. "Está buenísima", pensó, contemplándola. Y cortó otro pedazo que llevarse a la boca.






Microrrelato 124



Sara era una escéptica: no creía en el amor. Ni siquiera cuando tropezó con él en una estación de autobuses, tampoco la noche que la llevó a cenar.

Sara no creía, pero Alex le hacía dudar. Así que huyó, bien lejos, hasta donde ni las dudas más insidiosas se atrevieron a seguirla, y luego aún más allá. Fue allí, en lo más remoto, lejos de toda duda, donde pudo entender la verdad.

Hace unos días Sara regresó, pero ya es tarde. Ahora él cena con otra mujer, y parecen felices. Ella ha vuelto a marcharse, con la angustia en los bolsillos y pedazos de alma rota rodando por sus mejillas. Dicen que anda por ahí, buscando una máquina del tiempo.





miércoles, 14 de marzo de 2012

Microrrelato 123



Estás solo.

Te sientes solo.

Procuras no pensar demasiado en ello: trabajas, sales, conoces gente, te diviertes. Pero a veces te sorprendes mirando al vacío: las manos en la barandilla; los nudillos, blancos, aferrándose a la vida. A menudo te preguntas qué hay al otro lado de esa valla; qué hay al otro lado del abismo.

Una noche celebran una fiesta y decides acudir. El mundo entero decide acudir. Mires donde mires, encuentras a alguien; hagas lo que hagas, tropiezas con alguien. Sin embargo, sigues sintiéndote solo. Vacío. Sabes que algo no encaja, que una pieza del puzle está defectuosa. Que tú eres esa pieza: gris y cuadrada, en un mundo redondo y azul.

Tu novia también está allí. Se acerca y te pregunta qué te pasa. Te nota extraño. Sabe que te ocurre algo. “Nada”, contestas. Nada. La mentira que revienta cualquier polígrafo. Sin embargo ella sonríe y se marcha a por otra copa. Ya no le importas. Es pura fachada desde que se acuesta con otro. Cree que no lo sabes, pero se equivoca. Es sólo que a ti tampoco te importa. Quizás su mal gusto. No, tampoco eso. Qué más da su traición cuando el mundo entero te ha fallado.

Esa misma noche subes a la azotea y te arrojas al vacío, sin nudillos blancos. Por fin descubres qué hay al otro lado de esa barandilla: vértigo, el viento en tu cara, indiferencia.

Y luego nada.






Microrrelato 122


Algo se había roto. La miró y se preguntó cómo podía echarla de menos si estaba allí mismo, tendida junto a él, al alcance de un par de palabras. Calló, y el silencio alimentó la grieta. Cuando por fin se decidió a hablar, el abismo era ya insalvable. Ambos se vistieron aprisa. De pronto, sentían frío.






Microrrelato 121


La hoja en blanco lo tenía obnubilado. Tras horas de amarga e infructuosa espera, el tintero, desesperado, se arrojó sobre el papel, regándolo por completo de letras. Tal era el bloqueo del escritor que ni siquiera logró ordenarlas, y el mensaje quedó sin sentido.






Microrrelato 120



Hace tiempo que los colores se apagaron para Gabriel: desde que sostuvo la mirada al sol y, por insolente, éste quemó sus retinas. Cinco añitos, y ya aprendía que ninguna rosa es inerme; que lo hermoso también puede ser dañino.

Diez años después es otro fuego el que le abrasa, otra Rosa la que le que clavará sus espinas. Aunque no puede verla, sabe bien cómo huele la belleza, y así la siente acercarse. Pero su sonrisa, efímera, se marchita cuando Rosa pasa de largo.






martes, 13 de marzo de 2012

Microrrelato 119



El neoludita salió incólume de la pugna con los androides. Yacían en la moqueta, desjarretados; el exoesqueleto hecho añicos, salpicando de fragmentos metálicos aquel cuchitril.

El neoludita gritó, airado. Le crispaba la osadía de su raza: perdiéndole el miedo a los dioses, primero; el respeto, después; para acabar usurpando su labor con aquella pseudovida, aquel plagio mecánico.

El creador lloró a sus crías. Miró al neoludita, y vio la crueldad en sus ojos. La crueldad. El odio. La intolerancia. Losas inherentes al ser humano. Había puesto cuidado de filtrarlas en sus pequeños, de eliminarlas por completo de su herencia.

Pero aquel loable gesto resultó ser su destrucción.






Microrrelato 118 - Al final de las escaleras


Harry escondía un monstruo en el sótano.

Vivía allí abajo: una pátina de mugre verdosa que cubría el suelo más allá de las escaleras. Se movía lentamente, milímetro a milímetro; y, si uno acercaba la oreja lo suficiente, podía oírle respirar.

Harry la acercó. Demasiado. Por eso Harry llevaba siempre el pelo largo; prefería evitar preguntas y miradas indiscretas.

Al principio fue fácil complacer al monstruo: basura y desechos. El olor atrajo a los ratones, y éstos a los gatos. Pronto no quedó ni un solo felino en todo el vecindario. Si el monstruo no se alimentaba, reptaba escaleras arriba; un día, un escalón.

Cuando tocaron el timbre aquella mañana, la sucia alfombra, verde y viscosa, asomaba ya por debajo de la puerta. Harry la miró con desprecio mientras se apresuraba a atender la llamada.

–Buenos días, señor –le soltó a bocajarro una chiquilla que no tendría más de diez años–. ¿Quiere una caja de galletas? Son sólo tres dólares. ¿Me compra una caja, por favor?

La joven Scout hacía pucheros, ronroneaba; tenía ojos de gato.

–Está bien, está bien –concedió Harry–. Pasa y déjala en esa habitación.

La joven Scout saltaba, sonreía; era fácil de complacer. Corrió hacia donde Harry le indicaba, pero se detuvo ante las escaleras.

–Está muy oscuro ahí abajo, señor –dijo mientras tanteaba la pared–. ¿Dónde está el interruptor?

–A él no le gusta la luz.

Harry empujó a la niña escaleras abajo y cerró la puerta. No hubo gritos.

Nunca había tiempo para los gritos.






Microrrelato 117



El cuchillo de peltre era el elemento discordante sobre la mesa. Ésta estaba enterrada bajo la misma gruesa capa de polvo que inundaba toda la habitación. Nadie había entrado allí en años. Sin embargo el cubierto permanecía impoluto.

Balin tuvo la sensación de que la suciedad misma lo rehuía, y en el miedo de las partículas de polvo encontró motivos para albergar el suyo. Salió de allí aprisa y sin titubeos. No había noble que pagase tanto oro por recuperar un viejo cuchillo, ni ladrón que, jugando con magia, viviese para disfrutarlo.






Microrrelato 116


Gorkhu desechó la vaina que le ofrecían y alcanzó un tahalí de cuero para portar su espada a la cintura. Le gustaba que sus enemigos pudieran echar un vistazo a la sangre reseca de la hoja. En numerosas ocasiones aquello le permitía no tener que llegar a desenvainar.






Microrrelato 115


En el Zaren-Khan el gongo sonaba por dos motivos: piratas, o tierra a la vista. Sin-Yuan conocía aquella ruta marítima como la deteriorada palma de su mano y, mientras escuchaba los continuos repiqueteos de la campana desde su camarote, cayó en la cuenta de que aún faltaban semanas para avistar el próximo pedazo de tierra firme.






lunes, 12 de marzo de 2012

Microrrelato 114


Sam nunca había tenido suerte, siempre había huido de él. Aquel día él también huía, con las manos atadas a la espalda, corriendo delante de un loco que lo perseguía por el bosque enarbolando una motosierra. 

Un loco llamado Jack. 

Una rama oculta entre la hojarasca puso freno a la pintoresca persecución. Jack preparó el golpe que acabaría con la vida de Sam, pero la motosierra se apagó con un quejido ahogado. 

Sam se relajó. Pensaba que la suerte al fin le sonreía. Pero Jack era un leñador nostálgico, y nunca salía de casa sin su hacha.





Microrrelato 113


El cielo se llenó de gritos, y el suelo de cadáveres. El mecanismo había fallado y los asientos se abrían mientras la montaña rusa giraba.





viernes, 9 de marzo de 2012

Microrrelato 112


Jack trabajaba todos los días. Entre semana arrancaba la motosierra y talaba árboles. Los domingos la ponía en marcha para despedazar personas. Hastiado de ver volar serrín, paró para tomarse un respiro. La madera lo aburría: no pataleaba, ni protestaba; se dejaba hacer. Suspiró. Aún era martes, y ya echaba de menos los gritos.





Microrrelato 111


Jaime volvió en sí poco después del golpe. Recordaba la negativa en la entrada de la discoteca, la discusión con el portero, el chiste sobre su inteligencia y los posibles lazos de consanguinidad de sus padres. 

Notaba el suelo en la oreja, y la sangre en los labios. Con el ojo que aún podía abrir vio como aquel gorila enajenado saltaba repetidamente sobre sus costillas. La visión lo horrorizó, y volvió a perder la consciencia. Esta vez para siempre.





Microrrelato 110


Aquel antro mexicano tenía fama de poseer la receta más picante del mundo. Le había costado encontrarlo; tan pequeño, tan apartado, tan... sucio. James era un apasionado del picante; miró el contenido del plato con escepticismo y, finalmente, se animó a probarlo.

Nada.

La decepción le recorrió el cuerpo; un leve hormigueo, una sensación extraña. No era decepción, era algo distinto, irritante: picaba.

Minutos después, una comezón abrasadora le recorría el vientre, implacable. Rascó y rascó hasta levantarse la piel, y luego siguió rascando hasta llegar al estómago. Y cuando por fin pudo abrirlo y rascarse el interior, entre estertores, murió aliviado.





Microrrelato 109


Las ratas empezaron a comérselo por los pies. Afortunadamente, su cabeza estaba lejos de allí, y no pudo presenciar el macabro banquete.





jueves, 8 de marzo de 2012

Microrrelato 108


Para cuando llegó arriba del todo, estaba exhausto. 

Pablo no entendía por qué el tablón de las calificaciones tenía que estar en el piso de arriba. Mientras deslizaba rápidamente su orondo dedo por la lista de alumnos, maldijo las escaleras, los tablones, las listas con decenas de alumnos, y los dedos rollizos. 

Encontró sus apellidos entre tantos otros. Suspenso. Maldijo también a las matemáticas, por inventar los treses; y a la madre de su profesor, por inventar a quien le había adjudicado uno. 

La frustración y un puñetazo en la pared rompieron el precario equilibrio de la única chincheta que mantenía la lista unida al corcho. Viendo lo que se avecinaba, el folio huyó, asustado. La chincheta, sin embargo, se tomó aquello como una invitación a jugar y, tras dos piruetas en el aire, aterrizó en el ojo sorprendido de Pablo. 

El dolor y la ceguera rompieron el precario equilibrio del estudiante, que trastabilló y cayó por las escaleras, maldiciendo al que inventó las chinchetas y los huesos rotos. 

Para cuando llegó abajo del todo, estaba muerto.








miércoles, 7 de marzo de 2012

Microrrelato 107


Se disparó un arma vacía y un actor cayó muerto sobre el escenario. Al fondo del teatro, el diablo prorrumpió en aplausos.





Microrrelato 106


El timador miró al banquero. El banquero miró al inocente. Los tres sonreían, pero sólo el timador entendió el chiste.





Microrrelato 105


Tímida y delicada, de mirada inocente hasta que se demuestre lo contrario. Entre sus labios hallarán la prueba y, para entonces, lo de menos será el veredicto.





martes, 6 de marzo de 2012

Microrrelato 104


A veces la niña se caía al suelo, se hacía daño, y rompía a llorar. Entonces él se arrodillaba a su lado y le soplaba en la herida. Aquella noche era él quien se moría en un mar de lágrimas. Y su hija se acercó a soplarle el corazón.





Microrrelato 103


El extraño solía llamar con insistencia todos los martes a la misma hora. Entonces Lidia se escondía y se tapaba los oídos. Aún así, a veces veía a su madre con el vestido rojo abrirle la puerta al extraño, para encerrarse con él en su habitación. Aún así, a veces oía los gritos. 

Aquel martes mamá no estaba, y la niña se decidió a abrir. El extraño la miró desde lo alto, sorprendido. "Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí?", dijo mientras cerraba la puerta. Pronto Lidia descubriría por qué gritaba su madre.





Microrrelato 102


"Da-da", se le escapó al bebé desde el fondo de una enorme sonrisa, mientras se aferraba al dedo de su padre. Un padre demasiado joven que solía sonreír de la misma forma hasta que lo atropelló la vida.





Microrrelato 101


Amartilló el rifle con manos expertas y apuntó con ojos de veterano. Tiraba a dar, disparo tras disparo, y así había ido matando su infancia.





lunes, 5 de marzo de 2012

Microrrelato 100


No sólo perdió a su madre aquella noche. Otros pedazos de su alma también se quedaron en el camino, mientras su padre le obligaba a arrastrar el cadáver hasta el maletero.





domingo, 4 de marzo de 2012

Microrrelato 99


A finales de dos mil doce descubrimos que no estábamos solos en el universo. Eran como nosotros. Al menos en su naturaleza destructiva.





sábado, 3 de marzo de 2012

Microrrelato 98


Matt observó los cadáveres humeantes: un crisol de razas y culturas que se fundían con el suelo. La guerra hizo desaparecer las diferencias; les proporcionó un enemigo común al que temer y odiar. La raza humana unida frente al invasor. Matt suspiró. Probablemente los derrotarían. Y cuando los alienígenas hubiesen sido expulsados, seguirían matándose entre ellos.





viernes, 2 de marzo de 2012

Microrrelato 97


Cuando abrió los ojos se encontró atado a una mesa de operaciones, bajo los efectos secundarios de la abducción. Sobre él trabajaba el sujeto CT0023. Lo reconoció porque le faltaba uno de sus apéndices –él mismo lo había cercenado–, y tragó saliva con dificultad. Los de aquella especie tenían una norma: ojo por ojo, tentáculo por tentáculo.





jueves, 1 de marzo de 2012

Microrrelato 96


Lo que más les sorprendió de los humanos fue la enorme diferencia entre lo que decían sus labios y lo que decían sus mentes.





miércoles, 29 de febrero de 2012

Microrrelato 95


La fe del misionero tembló al contemplar a los alienígenas. Tenía que haber otros dioses. Otro, al menos. Uno oscuro y retorcido, que hubiese creado aquellos seres a su imagen y semejanza.





martes, 28 de febrero de 2012

Microrrelato 94


Hÿkfro disparó su láser y el terrícola quedó reducido a cenizas. Sobre ellas cayó la bandera blanca que antes agitaba furioso. Un símbolo de hostilidad conocido en toda la galaxia.





lunes, 27 de febrero de 2012

Microrrelato 93


Jake se cruzó otro de ellos en el metro y procuró sentarse lo más alejado posible. Odiaba el color verde de su piel y los tentáculos que, desiguales y viscosos, se repartían aleatoriamente por todo su rostro, olfateando el aire y llenándolo con su hedor. Habían venido a trabajar, o eso afirmaban; muchos, como Jake, hubieran preferido que el gobierno cerrase el espacio aéreo y que todos ellos se pudriesen en su planeta de origen.





domingo, 26 de febrero de 2012

Microrrelato 92


No le molestaba que le pasara el brazo por encima del hombro –con una familiaridad que nunca había existido–, y terminase cada frase diciendo "amigo". Lo que realmente le irritaba era que siempre se iniciaran con un "necesito que me prestes".





sábado, 25 de febrero de 2012

Microrrelato 91


Sara y Daniel estaban siempre juntos; eran los mejores amigos del mundo. Eso hacía sonreír a Sara, y hacía llorar a Daniel.





viernes, 24 de febrero de 2012

Microrrelato 90


Era el inicio de los tiempos y todo estaba manga por hombro. Ésa fue la excusa que puso el dios cuando llegó tarde a la asamblea de la creación. Tras una breve reprimenda le entregaron un dossier titulado "Amistad", que contenía el resumen del día. 

–Esto es casi igual que el diseño de ayer –comentó tras hojear algunas páginas–. Decidme, ¿por qué habéis creado algo tan parecido al amor? 

Los pocos dioses que aún quedaban en la sala se miraron extrañados –algunos entre bostezos–, sin saber muy bien qué decir. Uno de ellos, que había estado atento durante la reunión, contestó: 

–Buscábamos algo que, al igual que nosotros, pudiera durar para siempre.










jueves, 23 de febrero de 2012

Microrrelato 89


A John no le gustaban las medias tintas, así que cuando la chica le dijo: "Seamos amigos", se levantó de la silla y se marchó. Aquello le sonaba a una especie de amor incompleto.





miércoles, 22 de febrero de 2012

Microrrelato 88


Antes de partir obligó a su amigo a prometerle que velaría por su mujer en su ausencia. Éste, leal hasta la médula, se desvivió por cuidarla, protegerla, divertirla y hacerle compañía. Entregado, como estaba, ciegamente a su tarea, se dedicó también a amarla. Aunque de esto último los dos amigos no habían hablado nada.





martes, 21 de febrero de 2012

Microrrelato 87


"¿Quieres ser mi amigo?", preguntó el niño con su vocecilla infantil. No obtuvo respuesta. Aún lloraba cuando abandonaron el museo de cera.





lunes, 20 de febrero de 2012

Microrrelato 86


Cinco jarras alrededor de una mesa. Cuatro amigos. Una ausencia. Una mujer. Un secuestro, hace años. Y nunca más se supo.





sábado, 18 de febrero de 2012

Microrrelato 85


“Seguro que tienes un montón de chicas a tus pies”, dijo ella. Y el enterrador no pudo evitar sonreír.





viernes, 17 de febrero de 2012

Microrrelato 84


Dicen que el tiempo lo borra todo, así que Inés se sentó a esperar. Cuando ya casi le había olvidado, regresó para herirla de nuevo.





Microrrelato 83


Dicen que el tiempo lo borra todo, hasta la vida. Pero no tengo tiempo. Lo que sí tengo es un revólver y seis balas, y al menos una de ellas va a borrar esa estúpida sonrisa.





Microrrelato 82


Dicen que el tiempo lo borra todo, hasta las arrugas y las cicatrices que va esculpiendo a su paso.





jueves, 16 de febrero de 2012

Microrrelato 81


El general quiso conquistar el mundo, hasta que la conquistó a ella. Entonces abandonó la lucha, al comprender que jamás hallaría una victoria más completa.




miércoles, 15 de febrero de 2012

Microrrelato 80


En el pasillo del instituto cuatro adolescentes golpeaban a un quinto mientras el resto callaba. Por encima de sus cabezas una chincheta indignada contemplaba la escena. Quiso intervenir, pero se mantuvo aferrada a la pared como aquellos espectadores al silencio. Su vida dependía de ello.





martes, 14 de febrero de 2012

Microrrelato 79


Le importaba poco la copa que sostenía en uno de sus tentáculos: el trofeo al mejor disfraz. Sólo deseaba regresar a casa, y miraba al cielo, nervioso, preguntándose cuánto tardarían en volver a por él.





lunes, 13 de febrero de 2012

Microrrelato 78


Mario estaba cerca del clímax cuando, de pronto y sin mediar excusa, su novia saltó de la cama y corrió a apuntar algo en su cuaderno: una idea. Era escritora, y había ciertas cosas que no podía dejar a medias. Por desgracia –opinaba Mario–, otras sí.





domingo, 12 de febrero de 2012

Microrrelato 77


Meses atrás él le había robado un beso. Ahora, en venganza fría y contundente, ella le arrancaba el corazón.





sábado, 11 de febrero de 2012

Microrrelato 76


El escritor vio cómo uno de los cadáveres animados se abalanzaba sobre la señora, y eso le dio una idea que apuntó cuidadosamente en su cuaderno. Sonrió ante la ironía; un día los zombis le darían de comer a él.





viernes, 10 de febrero de 2012

Microrrelato 75


De día lo veía todo rojo, y por la noche todo negro. Intentó gritar, pero sus labios también estaban zurcidos.





jueves, 9 de febrero de 2012

Microrrelato 74


La gente se vuelve confiada en navidad. Ven un Papá Noel y bajan la guardia. Es el tipo que reparte regalos a todos los niños del mundo –piensan–, no puede ser malo. Así que dejan que sus hijos se acerquen a él para echar en un gran saco su lista de peticiones, con nombre, apellidos y domicilio. Olvidan que cualquier psicópata puede ponerse un disfraz.





miércoles, 8 de febrero de 2012

Microrrelato 73


Ella se escondía tras un Bob Esponja, él tras unas gafas. Así bailaban todas las noches sobre el teclado, descubriéndose el uno al otro en cada letra.





martes, 7 de febrero de 2012

Microrrelato 72


Durante el día, el AMPA* velaba por los intereses de los niños. Al caer la noche, se enfundaba su "H" y perpetraba los más abyectos crímenes.



* AMPA: Asociación de Madres y Padres de Alumnos, antiguamente conocidas como APAs. Lo aclaro porque imagino que para lectores no cercanos al contexto educativo no tiene por qué ser una asociación evidente.

lunes, 6 de febrero de 2012

Microrrelato 71


La recogió, la llevó a casa, y en todo momento fue agradable, cortés, atento. Pura caballerosidad. Hasta que comenzó a cortarla en pedazos.





domingo, 5 de febrero de 2012

Microrrelato 70


El bebé cerró los ojos e hizo desaparecer el mundo. Cuando volvió a abrirlos, éste, indignado por el trato recibido, se negó a regresar.





sábado, 4 de febrero de 2012

Microrrelato 69


Tim convivía con un agujero de gusano. La mayor parte del tiempo no encontraba sus cosas cuando las buscaba; sobre todo le pasaba con los calcetines. Algunas noches oía sus ruidos en la cocina y, cuando iba a desayunar por la mañana, siempre faltaba algo. Un buen día lo sorprendió en el cesto de la ropa sucia, con una prenda a medio masticar. El extraño ser huyó asustado, pero siempre volvía; Tim solía comprarle los mejores calcetines.





viernes, 3 de febrero de 2012

Microrrelato 68


Un tren parado en la estación. 

Hace tiempo que tenía que haber partido, pero ahí sigue: esperando a un pasajero en el andén. Uno en concreto. 

El pasajero es, en realidad, una pasajera, y se llama Inés. Pasea de un extremo a otro, sin prisa, sin preocupaciones. Ya echó un vistazo al tren antes y decidió que no le gustaba, que no iba a subirse. Sabe que después de ése vendrán otros que quizás tengan mejor aspecto. No le importa si dentro sirven bebidas o no: es mujer de fachadas, de las que apuestan por grandes regalos cubiertos con papel de colores y adornos pomposos; como se envuelve ella, aunque dentro no haya nada. 

Un tren enamorado de una chica llamada Inés.





jueves, 2 de febrero de 2012

Microrrelato 67


La cuchara se cernía sobre él, arrojando sobre el plato su sombra amenazadora. El flan, aterrorizado, no pudo más que temblar.





miércoles, 1 de febrero de 2012

Microrrelato 66


El marido de Silvia siempre consigue aparcar en la puerta; a ella le encanta llevárselo de compras. Él está encantado de ser útil a su mujer; es un tipo bromista y responde con una sonrisa a cada desaire de su esposa. Siempre presume de su habilidad y cuenta cómo la ganó el mismo día que perdió las piernas.





martes, 31 de enero de 2012

Microrrelato 65


Corretean sobre el teclado haciendo el amor cada noche, sin importar su aspecto o su sexo, siquiera; sólo letras en la pantalla. Y dos almas que juegan con ellas.





lunes, 30 de enero de 2012

Microrrelato 64


Tim sabía que la magia existía, y la prueba estaba en aquellos ojos. Iba con el tiempo justo cuando se cruzó con ella en el metro. Una única mirada y éste, sintiéndose incómodo, huyó de la escena para no molestar. Por suerte los hechizos no duran para siempre, pero cuando Tim logró apartar la vista, el tiempo le había tomado ya una gran ventaja.





domingo, 29 de enero de 2012

Microrrelato 63


Pablo vivía al lado de un banco y dormía hasta tarde. Siempre le despertaban los llantos desesperados de quienes no podían pagar la hipoteca. Entonces sonreía, se arrebujaba entre los cartones, y seguía durmiendo.





sábado, 28 de enero de 2012

Microrrelato 62


Bajo la almohada se libraba una batalla entre el orgullo y el teléfono, que no sonaba. Ganó el orgullo. Perdieron los dos.





viernes, 27 de enero de 2012

Microrrelato 61


Cuando terminó Toy Story le arrancó la cabeza a uno de sus muñecos. Nada. ¿Cuánta tortura estarían dispuestos a soportar antes de revelar su secreto?





jueves, 26 de enero de 2012

Microrrelato 60


Amaba a su bici. Paseando por el campo, durante un camino pedregoso, se besaron. Y luego sus dientes rodaron por el suelo.





miércoles, 25 de enero de 2012

Microrrelato 59


Vio al niño jugar y reír, sin entender por qué todos vestían de negro y callaban. "Hoy niño, mañana arrugas", pensó. El tiempo siempre lo estropea todo.





martes, 24 de enero de 2012

Microrrelato 58


Dios creó el mundo y al hombre, y luego se marchó. Para cuando regresó, sólo una de sus creaciones había sobrevivido.





lunes, 23 de enero de 2012

Microrrelato 57


Por fin se quedaron a solas; no había nadie más. Apoyada en la mesa de la cocina lo tentó y él, travieso, se atrevió a probarla. Suave e increíblemente dulce, le hacía sonreír. A veces una tarta es la mejor de las compañías.





domingo, 22 de enero de 2012

Microrrelato 56


Allá en el cielo Dios preguntó a su asesor: 

–¿Y si creo un nuevo hombre; uno bondadoso, justo, sincero, amable, y honesto? 

Darwin miró extrañado a su jefe: 

–¿Guapo y fuerte? 

–No. 

–Se extinguirá.





sábado, 21 de enero de 2012

Microrrelato 55


Años después se encontraron de nuevo, por casualidad. Volvieron a su pasatiempo preferido; la búsqueda de verdades absolutas, y así pasaron las horas. Después, mientras ella se alejaba sin mirar atrás, él descubrió otras dos; que siempre la amaría, y que nunca sería suya.





viernes, 20 de enero de 2012

Microrrelato 54


Era una chica inteligente, con talento, especial. Sus padres siempre creyeron que cambiaría el mundo, que sería alguien importante: directora de una gran multinacional, catedrática, presidente. Se llevaron una gran decepción cuando lo dejó todo para dedicarse por completo a los demás. 

Por la mañana era voluntaria en un comedor social, y por la tarde ayudaba a personas mayores que ya no podían valerse por sí mismas. "Qué lástima, qué desperdicio", comentaban sus padres, decepcionados, cuando iba a visitarlos. Ella hacía oídos sordos y, aunque lloraba por dentro, siempre atendía a los más necesitados con una sonrisa. Tenía una idea distinta sobre cómo cambiar el mundo.





jueves, 19 de enero de 2012

Microrrelato 53


Allá en el cielo Dios preguntó a su asesor: 

–¿Y si creo un nuevo hombre; uno bondadoso, justo, sincero, amable, y honesto? 

Darwin negó con la cabeza: 

–No funcionará.





miércoles, 18 de enero de 2012

Microrrelato 52


La carta de amor procesado. En un sobre. Con un sello. Detalla el amor profesado. De un vampiro. Por su cuello.





Microrrelato 51


Pensaban amarse toda la eternidad, pero en algún momento del camino el tiempo frustró sus planes.





martes, 17 de enero de 2012

Microrrelato 50


Tenía el futuro solucionado. Todos los días, después de haber saciado su hambre con lo que le ofrecía la naturaleza, se echaba cuan largo era bajo la sombra de un roble, y dormía, arrullado por el canto de las aves que allí anidaban. Cada día. Sin dar un palo al agua. Una tarde su compañera lo despertó: "¡Adán, corre, ven; tienes que probar esto!".





lunes, 16 de enero de 2012

Microrrelato 49


No importaba cuánto tiempo hubiera pasado; cada vez que escuchaba su voz, volvía a enamorarse de ella.





Microrrelato 48


El tuitero, ignorando el frío, se deshizo de los guantes y siguió tecleando hasta que se le hubo caído el último dedo.





domingo, 15 de enero de 2012

Microrrelato 47


La chiquilla, ingenua adolescente, le pidió a los reyes un bebé. Tardaron nueve meses, pero finalmente tuvo su regalo.





sábado, 14 de enero de 2012

Microrrelato 46


Había sido tan travieso que ese año los reyes magos sólo le trajeron carbón. Y él lo usó para prenderle fuego a la casa.





viernes, 13 de enero de 2012

Microrrelato 45


Cuando los tres reyes entraron en la casa la encontraron llena de regalos. Intercambiaron miradas. Algún impostor se les estaba adelantando.





jueves, 12 de enero de 2012

Microrrelato 44


Intentó suicidarse, pero le salvaron la vida. Ése fue su regalo de reyes. Al día siguiente corrió a descambiarlo.





miércoles, 11 de enero de 2012

Microrrelato 43


Nevaba al otro lado de la ventana la primera vez que percibieron la diferencia entre clases. Tenían sólo seis años. Aquellas navidades no hubo regalos. Su padre les había explicado que la crisis también afectaba a los reyes magos, pero ellos veían a otros niños en la calle; corriendo, gritando, estrenando sus juguetes nuevos.





martes, 10 de enero de 2012

Microrrelato 42


El día de reyes abrió su regalo, emocionado. "Es lo que siempre quise", dijo con una sonrisa, mientras guardaba cuidadosamente el ticket.





lunes, 9 de enero de 2012

Microrrelato 41


Vio a sus hijos jugar y se convenció de que los verdaderos reyes magos eran los niños. Cada año al abrir los envoltorios regalaban sonrisas.





domingo, 8 de enero de 2012

Microrrelato 40


Dejó caer el cuerpo y se limpió la sangre con la manga del disfraz. Nadie sospechaba de un Papá Noel bonachón. Aunque tuviera colmillos.





sábado, 7 de enero de 2012

Microrrelato 39


Aquel año los reyes magos se pusieron serios y olvidaron el carbón. Todo el que se había portado mal amaneció con tres puñaladas, inerte.





viernes, 6 de enero de 2012

Microrrelato 38


Esa noche se despertó al oír unos ruidos en el salón y rebulló inquieta entre las mantas. Estuvo a punto de gritar, pero pensó que debían ser los reyes magos, cargados de regalos, y se volvió a dormir. La segunda vez que abrió los ojos fue porque un cuchillo atravesaba su garganta. Para entonces ya no podía gritar.





jueves, 5 de enero de 2012

Microrrelato 37


Como cada navidad se coló por la chimenea mientras todos dormían. Ignoró las galletas y se comió al bebé. Su traje: teñido de rojo.





miércoles, 4 de enero de 2012

Microrrelato 36


Jack vivía solo en una vieja cabaña de madera, en lo alto de la montaña. Cuando lo visité el invierno pasado estaba perfectamente. Había colgado adornos en un pino cercano a la casa y, no muy lejos, recuerdo haber visto la sonrisa helada de un muñeco de nieve. Esta última primavera el señor y la señora Pattison subieron a visitarlo. Encontraron su cadáver descuartizado. Y el muñeco se había marchado.





martes, 3 de enero de 2012

Microrrelato 35


Una vez al año entraba por las chimeneas y se llevaba a los niños. Muchos padres veían aquello como un regalo.





domingo, 1 de enero de 2012

Microrrelato 34


Arriba bailaban celebrando el fin del año. Abajo la música anestesiaba los gritos. Pronto querrían un hígado nuevo, y él los tenía todos.