viernes, 20 de julio de 2012

Microrrelato 145 - La ira del muñeco de nieve



El muñeco de nieve había jurado matarlos a todos. La última noche de invierno se arrojó ladera abajo; su rabia fue creciendo hasta convertirse en ira asesina, y la muerte rodó sobre el valle. Los demás muñecos allá abajo fueron masacrados; decenas de cadáveres esparcidos sin orden, concierto, ni forma. Por la mañana, el sol de la primavera borró las huellas.




martes, 17 de julio de 2012

Microrrelato 144 - Sobre la dificultad de encontrar un nombre adecuado para los personajes

El perro no tenía nombre. 

Por cómo hurgaba en los restos de basura que rodeaban el viejo contenedor, en busca de algo que poder masticar, podría haberse llamado Sobras. De vez en cuando se rascaba con ahínco tras la oreja y parecía convencido de que arrancarse aquel molesto apéndice era la única manera de librarse de la comezón que lo atormentaba; así que también podría haberse llamado Pulgoso. Pero lo cierto es que no tenía nombre. 

El vigía sí tenía un nombre, aunque lo guardaba para sí. 

Llevaba un rato observando al perro, y algo menos tratando de buscarle un nombre adecuado. No era muy bueno con eso. A lo que hacía allí lo llamaba "La Guardia", y en cuanto a la estructura herrumbrosa desde la que oteaba el horizonte, solía referirse a ella como "La Torre". Así que estuvo pensando en cómo llamarlo mientras el can le ladraba al viento, y siguió pensando algo después, cuando el perro encontró un viejo cojín y se concentró en mordisquearlo a conciencia. No dejó de pensar en ello ni siquiera mientras el chucho corría tras una rata, ni cuando ésta desapareció entre los escombros y él se tumbó en el suelo con aire abatido. Pero nada. 

Consideró la posibilidad de pedir ayuda, pero estaba solo. A esas alturas no quedaba mucha gente con vida que pudiese ayudarle en la tarea; pese a las ocho horas al día que dedicaba a La Guardia, el vigía llevaba semanas sin ver otro ser humano. 

Al final de la tarde, al caer el sol, el chucho se hartó de husmear por allí y se largó. Desde lo alto de La Torre el vigía vio en silencio cómo se marchaba tras su propia sombra alargada. Pensó en llamarlo, pero no pudo, porque aquel perro no tenía nombre.




Microrrelato 143 - El aprendiz


Sonreí cuando le vi llegar. No lo hice porque me alegrara de verle, sino porque me había encontrado; empezaba a comprender la sutil magia que mueve las cosas. De algún modo había sabido que yo estaría allí, como yo sabía que él me encontraría. “Estás aprendiendo”, observé, y la sonrisa que me devolvió desbarató la mía mientras un escalofrío me recorría la espalda. Había poder en aquel gesto; no era la sonrisa de un aprendiz, sino la de alguien que sabe demasiado.




lunes, 16 de julio de 2012

Microrrelato 142



Llevaba tiempo planteándose visitar al psicólogo y aquella noche decidió consultarlo con la almohada. Conversaron toda la noche y, cuando ya amanecía, ella le dijo que no, que no fuera. Tenía miedo de volver a quedarse sola.




sábado, 7 de julio de 2012

Microrrelato 141 - La muy puta


La musa lo pinchó con el dedo hasta que se despertó en mitad de la noche.
¿Qué diablos quieres a estas horas?
Quiero que te levantes y te sientes a escribir.
El escritor, fastidiado, trató de ignorar sus caprichos; le dio la espalda a su musa y escondió la cabeza bajo la almohada.
¡Déjame! suplicó, aún sin abrir los ojos. Ahora no me apetece. Quiero dormir.
Eso puede arreglarse dijo ella, esbozando una sonrisa traviesa.
Y entonces, le robó el sueño.