miércoles, 14 de marzo de 2012

Microrrelato 123



Estás solo.

Te sientes solo.

Procuras no pensar demasiado en ello: trabajas, sales, conoces gente, te diviertes. Pero a veces te sorprendes mirando al vacío: las manos en la barandilla; los nudillos, blancos, aferrándose a la vida. A menudo te preguntas qué hay al otro lado de esa valla; qué hay al otro lado del abismo.

Una noche celebran una fiesta y decides acudir. El mundo entero decide acudir. Mires donde mires, encuentras a alguien; hagas lo que hagas, tropiezas con alguien. Sin embargo, sigues sintiéndote solo. Vacío. Sabes que algo no encaja, que una pieza del puzle está defectuosa. Que tú eres esa pieza: gris y cuadrada, en un mundo redondo y azul.

Tu novia también está allí. Se acerca y te pregunta qué te pasa. Te nota extraño. Sabe que te ocurre algo. “Nada”, contestas. Nada. La mentira que revienta cualquier polígrafo. Sin embargo ella sonríe y se marcha a por otra copa. Ya no le importas. Es pura fachada desde que se acuesta con otro. Cree que no lo sabes, pero se equivoca. Es sólo que a ti tampoco te importa. Quizás su mal gusto. No, tampoco eso. Qué más da su traición cuando el mundo entero te ha fallado.

Esa misma noche subes a la azotea y te arrojas al vacío, sin nudillos blancos. Por fin descubres qué hay al otro lado de esa barandilla: vértigo, el viento en tu cara, indiferencia.

Y luego nada.






No hay comentarios:

Publicar un comentario