martes, 13 de marzo de 2012

Microrrelato 116


Gorkhu desechó la vaina que le ofrecían y alcanzó un tahalí de cuero para portar su espada a la cintura. Le gustaba que sus enemigos pudieran echar un vistazo a la sangre reseca de la hoja. En numerosas ocasiones aquello le permitía no tener que llegar a desenvainar.






No hay comentarios:

Publicar un comentario