martes, 13 de marzo de 2012

Microrrelato 119



El neoludita salió incólume de la pugna con los androides. Yacían en la moqueta, desjarretados; el exoesqueleto hecho añicos, salpicando de fragmentos metálicos aquel cuchitril.

El neoludita gritó, airado. Le crispaba la osadía de su raza: perdiéndole el miedo a los dioses, primero; el respeto, después; para acabar usurpando su labor con aquella pseudovida, aquel plagio mecánico.

El creador lloró a sus crías. Miró al neoludita, y vio la crueldad en sus ojos. La crueldad. El odio. La intolerancia. Losas inherentes al ser humano. Había puesto cuidado de filtrarlas en sus pequeños, de eliminarlas por completo de su herencia.

Pero aquel loable gesto resultó ser su destrucción.






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