viernes, 9 de marzo de 2012

Microrrelato 110


Aquel antro mexicano tenía fama de poseer la receta más picante del mundo. Le había costado encontrarlo; tan pequeño, tan apartado, tan... sucio. James era un apasionado del picante; miró el contenido del plato con escepticismo y, finalmente, se animó a probarlo.

Nada.

La decepción le recorrió el cuerpo; un leve hormigueo, una sensación extraña. No era decepción, era algo distinto, irritante: picaba.

Minutos después, una comezón abrasadora le recorría el vientre, implacable. Rascó y rascó hasta levantarse la piel, y luego siguió rascando hasta llegar al estómago. Y cuando por fin pudo abrirlo y rascarse el interior, entre estertores, murió aliviado.





No hay comentarios:

Publicar un comentario