Jack trabajaba todos los días. Entre semana arrancaba la motosierra y talaba árboles. Los domingos la ponía en marcha para despedazar personas. Hastiado de ver volar serrín, paró para tomarse un respiro. La madera lo aburría: no pataleaba, ni protestaba; se dejaba hacer. Suspiró. Aún era martes, y ya echaba de menos los gritos.
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