El muñeco de nieve había jurado matarlos a todos. La última
noche de invierno se arrojó ladera abajo; su rabia fue creciendo hasta convertirse
en ira asesina, y la muerte rodó sobre el valle. Los demás muñecos allá abajo
fueron masacrados; decenas de cadáveres esparcidos sin orden, concierto, ni
forma. Por la mañana, el sol de la primavera borró las huellas.
Parece el crimen perfecto.
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